reinadecapitada Lunes, 29 junio 2015

¿De dónde salen tantos maricones, Señor?

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada

Yo te digo lo que es la libertad: no tener miedo

NINA SIMONE

 

¿Qué estaban haciendo ustedes en 1995? Yo tenía 13 años y estaba en segundo de secundaria, veía Caballeros del Zodiaco y no me había planteado que me gustaran las mujeres. Sabía que existía la palabra “lesbiana” pero para mí sonaba tan lejana como “muyahidín” o “checheno”. Vocablos que conocemos pero describen realidades lejanas a las nuestras o contextos que solo se ven en televisión.

Ese mismo año, como ya reportaron los amigos de SinEtiquetas, Lima tuvo su primera manifestación del Orgullo LGTB u Orgullo Gay, como quieran llamarle. Fue en Miraflores y los activistas reconocen que temían las represalias, pero felizmente no las hubo. No era, sin embargo, la primera vez que personas LGTB salían a las calles. Ya en 1978, como bien lo ha recordado en su cuenta de Twitter el activista del Movimiento Homosexual de Lima, Gio Infante, un grupo de trans acudió al Congreso a pedir que se respetaran sus derechos humanos. La tapa de la revista Oiga recogió este singular proceso. El juego de palabras e imágenes merece más de una lectura: diálogo, tercer sexo, salvar, militares, trans, poder, Perú…

De 1978 a 1995 y de 1995 hasta hoy llegamos a las últimas marchas por la Igualdad y el Orgullo de los últimos meses. La de anteayer fue multitudinaria y quizás sea por la conciencia que tenemos ahora de que sí se puede, no solo porque USA haya anulado a nivel federal la prohibición del matrimonio igualitario, ni porque estemos rodeados de progresos en países cercanos como Argentina, Uruguay o México. También reaccionamos ante la votación en contra del proyecto de Unión Civil, y de cualquier iniciativa de protección. Pero nos comparamos con los países mencionados y hay una terrible sensación de que estuviéramos retrocediendo, como si uno mirase a Eguren y Martha Chávez y nos sintiéramos en la orfandad.

Calma, no estamos retrocediendo para nada. La reacción de los sectores más recalcitrantes es en realidad una gran noticia. Es la reacción contra la acción. Desde 1978 y 1995 hasta acá no ha sucedido poco. Si no, la Unión Civil ni siquiera se hubiera debatido y seguiría siendo entre nosotros una rareza de países escandinavos (los primeros en legislar al respecto). Que cada vez haya más gente en la Marcha del Orgullo es el resultado de un largo y complejo proceso de luchas.

Foto: Maria Alejandra Baraybar - SinEtiquetas.rog

Foto: Maria Alejandra Baraybar – SinEtiquetas.rog

Quería hacer un recuento de la Marcha del sábado pero preferiría contar lo más significativo que me sucedió. Digamos que la Marcha también es, en cierta forma, un evento social que hace que veamos a amigos nuestros que no veíamos hace lunas. Sabes que ya no eres tan joven cuando coleccionas amistades de más de diez años. Entonces ya eres parte de lo que una radio limeña llamaba “sector adulto contemporáneo”.

Todos tenemos historias con las marchas, creo, desde la primera vez que marchamos, del miedo que sentíamos y de cómo nos arreglamos para convencer a más gente de salir con nosotros. En mi caso animé a muchos amigos, entre ellos uno de los tantos que conocí por internet. ¿Cuánta gente ahora conoce uno por internet? (También sabes que estás tía cuando dices que conociste a alguien “por internet” y no “por redes sociales”.)

Este amigo, que ahora es de mis mejores amigos, se acercó a darme las gracias. Es el típico amigo de quien dices “la otra vez Fulano y yo” y esa otra vez data de hace cinco años. ¿Y por qué me quería dar las gracias? Por ya no ser homofóbico. Vamos, no es que este hombre en cuestión fuera el matacabros del barrio o un miembro del Opus. Simplemente creía en el combo homosexualidad-pecado-enfermedad-desviación. Y no es que yo sea especialmente paciente, ni él especialmente terco. No es que hayamos tenido debates largos sobre el tema. No es que yo haya hecho nada por convencerlo, o no es que le haya insistido, aunque si tuvimos una que otra conversación. Es que simplemente yo estaba ahí a su lado, siendo yo misma, visibilizándome ante él y convirtiéndome en el ser humano detrás del chiste, de la queja egoísta de la homofobia, del terror que le tienen algunos a lo desconocido.

Foto: Esther Vargas

Foto: Esther Vargas

Desde que salí del clóset, estoy convencida que no necesitamos pedir permisos, simplemente debemos salir y estar. No podemos arrogarnos normas de conducta previamente coreografiadas. No somos un ejército ni somos los Illuminatti dispuestos a implementar el Nuevo orden mundial o cualquiera de sus conspiranoias favoritas. Somos personas, tan variadas como el resto. Tan egoístas, generosos, buenos, malos, perversos, ecuánimes como el resto. Me parece increíble que algo tan obvio deba repetirse, pero la cifra de asesinatos por odio y la negativa de los legisladores a reconocernos me dice que no, no lo es.

Hace un tiempo escribí un llamado a salir del closet a las celebridades. Sé que difícilmente quienes realmente deban salir lo van a leer. Pero luego recuerdo, por ejemplo, a Ricardo Moran y su tuit valeroso contando una parte importante de su vida, un rasgo fundamental que nadie debe ocultar. Pienso también en Juan Carlos Ferrando, quizás uno de los pocos peruanos que salió del clóset hace bastante tiempo. Luego pienso en las marchas y su importancia. ¿Por qué marchar? se preguntan algunos. Es sencillo, salimos para ejercer nuestro derecho a existir, para contraponer orgullo a humillación y a odio.

Pienso en mi amigo y como el hecho de romper su burbuja de aislamiento lo llevo a cambiar de opinión. Pero también pienso en la gente que hizo posible que yo saliera a la calle, que yo pueda gritar, mariconear, machonear. Y es un efecto bola de nieve: rueda y se hace más grande.

¿Cada vez hay más maricones? No, es que cada vez tenemos menos miedo.

 

Imagen: Andy Livise
Imagen: Andy Livise

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada