¿Son negros y cholos como los accesorios intercambiables?

Foto: La República

Si la idea de la película de Guerrero, como todo biopic formulaico, es glorificar a un afroperuano triunfador, la fórmula del blackface resulta contraproducente (sí, seguro más de uno quiere discutir si el apelativo de triunfador le cae a Guerrero pero ese no es el punto central ahora). ¿Qué mejor ejemplo de triunfador que un representante de una raza (*) oprimida históricamente? La fórmula del ganador podía haberse enriquecido con la reafirmación de la etnia y de paso hubiéramos tenido un gran aporte en nuestros cines. De hecho, la película tiene a actores negros en su reparto: están Rosa Guzmán y el mismo niño Rony Shapiama, que interpreta a Guerrero de joven. Pero también está el disfraz que usa Magdyel Ugaz.

El problema, por supuesto, no es el talento o la capacidad de la actriz. El problema está en que a Tondero le dé igual un negro “natural” que un negro “simulado”, la persona o la imitación de la persona, como si las etnias fueran como el cuero o los adornos de frutas artificiales, en otras palabras, reduciendo a las personas a objetos. Ya Maribel Arrelucea señaló esta falencia citando una lamentable frase de la endeble defensa de Maritza Espinoza: «Porque, vamos, tampoco es que Magdyel sea Gwyneth Paltrow: es una chola bellísima que interpretara a una mulata de mayor edad». Es decir, ¿el blackface es racista solamente si lo hace un blanco? ¿Son negros y cholos como los accesorios intercambiables?

Es evidente que nadie se levanta y dice “hoy seré racista”. No se necesita colgar gente, quemar cruces o usar simpáticos atuendos para ser racista. Tampoco crear campos de concentración o esclavizar gente. El racismo se refleja en las prácticas, en la cotidianeidad, en los “chistecitos” donde agarramos de punto al que se sale de la norma. En la exotización del negro. El negro como accesorio, el negro como chiste. “Todos los negros son iguales”. Han escuchado esa frase ¿no? El negro termina siendo una representación, no un ser humano, por eso se le puede usar de disfraz. El blackface es subordinación, convierte al negro en personaje no en persona. No tenemos que acudir a los infames casos de USA, en Perú el Negro Mama es su mejor ejemplo: un personaje tonto, con tendencias delictivas. Se puede decir que no hay mala intención en el blackface pero no hay que detenerse en la intención sino en el resultado. ¿Tan normal parece arrogarse la representación de todo un colectivo?

Esto pasaba no hace mucho. Foto: Lipstick Alley

Y además está el hecho de que en la ficción Guerrero triunfa a pesar del racismo pero en la realidad los artistas negros no pueden superar trabas como esta. Por ejemplo, el porcentaje de desempleo en la población negra del Perú es el doble respecto al resto, y su acceso a la educación es 9% menor (**). Aparentemente no hay racismo, pero los catálogos de ciertas tiendas siguen presentando solamente modelos blancos. Al final, la película es más realista de lo que cree: la simulación de su personaje representa la simulación de la realidad.

Toda película de triunfos, y evidentemente Guerrero lo es, narra el triunfo ante las adversidades. ¿Y acaso una de las adversidades más grandes del Perú no ha sido ser negro o indígena? Guerrero la película no puede pretender ser una historia de superación pasando rochosamente por alto las dificultades que conlleva ser afro en el Perú.

(*) A nivel biológico, las razas humanas no existen. Pero el concepto se emplea como categoría de análisis en tanto el racismo está basado en un conjunto de características supuestamente innatas agrupadas en la definición de “raza”

(**) Para ver estadísticas de discriminación, situación económica, educación y otros factores en población afro, se puede visitar la página del Mincul dedicada al tema, o revisar este estudio publicado por Grade y el mismo Mincul