reinadecapitada Viernes, 22 abril 2016

No celebres el Día del Libro #ÚteroLector

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada

A veces, los peores enemigos de los libros son los lectores.

Lo que siempre espero en esta fecha es la peor sarta de lugares comunes sobre la lectura. Me caen mal lemas como “apaga la televisión y coge un libro”. Nada peor que un snob con aires de Torquemada dispuesto a recitar su lista de lectura. Lo mejor para alejar a la gente de los libros es un lector moral. El lector moral es el que abre el diario, ve los titulares sobre delincuencia o farándula y decide que todo eso se debe a que la gente no lee. Es su sambenito preferido. Si hay delincuencia, es “porque la gente no lee”. Si no votan como él “es que la gente no lee”. Si el programa de guerreros y combatientes tiene mucho rating se debe a que “la gente no lee”. El lector moral es el tipo de persona cursi que ve en los libros “faros de sabiduría”.

Lectora inmolándose como protesta por la cantidad de internautas que no leen libros (Imagen de thepinksmoke.com)

Lectora inmolándose en protesta por la cantidad de internautas que no leen libros (Imagen de thepinksmoke.com)

No celebres el Día del Libro con ellos

Los libros en sí no son buenos por ser libros. Aquí va una verdad amarga: probablemente la mayoría contenga basura. Solo piensen en los textos de motivación y autoayuda que venden miles de ejemplares, probablemente más de los Quijotes que debe haber impresos en el mundo. Nuestra cultura sacralizó la palabra impresa. Era esperable. El texto impreso debe de llevar probablemente menos de dos mil años en el mundo (si nos detenemos a discutir quién lo hizo primero: Gutenberg o los chinos). Y aún antes de la imprenta los textos escritos eran una excepción.

La humanidad ha sido oral la mayor parte de su historia. Homero (o esos hombres que llamamos Homero, diría Borges) nunca pasó La Iliada a un papel. La educación nació siendo un privilegio. La educación universal, digamos. Solo unos cuantos iniciados recibían educación en más de una materia: reyes, papas, nobles. Los pobres se conformaban con aprender el oficio de los padres. Pensar en la educación como un derecho universal se hubiera considerado una idea antisistema. Cierto columnista de derecha lo hubiera llamado una caviarada ingenua.

Con la educación, la idea de progreso se hizo más común. El progreso se conseguía con educación y a esta se accedía con libros. Pero aun con la imprenta, los libros eran caros y escasos, porque la producción en serie todavía no era común. Como solo podían costearse por entornos ricos o académicos, leer se convirtió entonces en un sinónimo de progreso, pero también de ascenso social. Puede que también leamos como quien aprende a distinguir los tenedores en una mesa.

Por eso no siempre se lee para disfrutar. Hay quienes leen para denotar formación, academicismo. Si hubiera colonias con aroma a universidad las usarían. Son los que se jactan de su dominio del inglés pero siguen tratando al español con el zapato. Leer también sirve para mirar al prójimo por encima del hombro. Marca una distancia entre ese sujeto que no llegó a tus páginas y tu estatus de lector. Leer sacraliza libros innecesarios y malos, solo porque son libros y le otorga un título nobiliario a quien tiene el poder adquisitivo para acumularlos.

¿Entonces qué vamos a celebrar?

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Foto: vía http://altonivel.impresionesaerea.netdna-cdn.com/images/Actualidad/Mexico/NOVIEMBRE_2011/umberto-eco.jpg

Que el libro es uno de los inventos más fantásticos de la historia. Lo dice el mismo Umberto Eco: el libro es como la cuchara, las tijeras, la rueda. Y tiene razón. Como objeto, es simple y perfecto al mismo tiempo. Ahora no pensamos mucho en ello porque el papel es tan cotidiano como el aire. Pero imagínate la cantidad de años que tuvieron que pasar desde el remoto pasado homínido de la humanidad hasta el momento en que se inventaron las palabras. Palabras que aglutinan conceptos, conceptos que simplifican ideas, ideas que merecen ser recordadas y difundidas. Ahora imagina la otra cantidad de años que pasaron hasta que se inventó un soporte donde guardar información: desde el número de granos de trigo en un depósito hasta las leyes del imperio. La naturaleza del libro se funda en la necesidad de guardar, pero también de compartir.

Y sí, los libros son también mercancía (el papel no cae del cielo) pero su costo es nada en comparación con el pasado. Celebra que naciste en una época en que los libros o, más bien, su información, sus historias, son más accesibles, económica y físicamente hablando. Celebra que lees para gozar. El goce no es pecado. Pero nuestra modernísima cultura cambió los pecados de la carne por los regímenes, los gimnasios, las largas jornadas de trabajo y las muchas horas de estudio. Hasta el gusto se prescribe. Celebra los libros que te gustan aunque a los demás no les gusten.

Celebra el goce sin culpa. La lectura sin objetivo. Lee por el puro gusto de hacerlo. Celebra que tienes a la mano historias y discursos que fueron escritas hace quinientos años. Celebra que estás conversando con gente que murió hace veinte, cien, mil o dos mil años. Celebra que puedes aprender por tu cuenta, sin horarios fijos ni tareas. Celebra que leer es conversar. Lee para aprender que no hay libros sagrados. Lo mejor que nos pueden enseñar los libros es que no son únicos, que no hay un solo dios, una sola religión, una sola forma de gobierno. Lo mejor que podemos celebrar de los libros es su carácter mundano, que es base de la libertad.

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada