reinadecapitada Lunes, 14 septiembre 2015

El hombre que vivió lo suficiente

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada

Este fin de semana todos hemos vuelto a recordar lo que implica el 12 de septiembre, aniversario de la captura de Abimael Guzmán, el sanguinario líder de Sendero Luminoso. Comentamos, criticamos, hacemos historia, denostamos  o ensalzamos a Fujimori, al Grupo Especial de Inteligencia (GEIN), a Abimael, Ketín Vidal, etc. Uno de los nombres que suenan de último, casi siempre, es el de Benedicto Jiménez.

Benedicto Jimenez

Foto: carloscardenasborja.blogspot

 

Si lo observamos en los dos momentos más relevantes de su vida, Benedicto Jiménez resultaría ser la antítesis de sí mismo: héroe de la lucha contra el terrorismo en 1992, integrante de una red de corrupción en 2015.

Cuenta el periodista Toño Angulo en Llámalo amor si quieres, que Benedicto explica el hecho de no haber aparecido en primer plano en el video de la captura de Guzmán, aquel septiembre de 1992, debido a que pensó que no era tan importante, que habría capturas mayores. La verdad es que suena bastante inverosímil que la cabeza del GEIN, un tipo que estuvo meses operando en secreto para allanar la casa del líder de la peor organización terrorista del país, no se diera cuenta de la importancia del suceso.

512483-1

Imagen: captura de Abimael

 

Pero ya a estas alturas sabemos todo lo turbio que rodea la vida de Jiménez.

¿Qué pasó, entonces? ¿Intentaba justificar alguna torpeza, alguna presión, algún error?

Si hubiésemos estado en una de esas películas de acción heroica que tanto llenan nuestras salas, lo esperable hubiese sido que, a la caída del régimen fujimorista, es decir, una vez derrotado o descubierto el villano, los verdaderos héroes apareciesen para ser aplaudidos y reconocidos finalmente por el público.

Pero a la vida real le encanta hacer las historias más truculentas.

En el momento de la caída de Abimael, yo tenía diez años y recuerdo haber jugado charada con mis primos escenificando la captura, mientras los adultos conversaban al respecto, tanta era la emoción por el suceso. También recuerdo que en la radio, los cómicos imitadores representaban a Ketín Vidal y los miembros del GEIN repartiéndose, contentos, el dinero de la recompensa por el cabecilla de Sendero, usándolo para comprar chela. Se oía mucho el apellido Vidal, sonaba poco el de Jiménez. Eran tiempos felices, había esperanza en nuestras autoridades y en la policía.

La esperanza duró poco, igual que el dinero de la captura. Aparentemente, muchos de los recompensados invirtieron su pequeña fortuna en CLAE, con los resultados que ya conocemos.

Tengo la impresión de que a la realidad peruana le gusta comportarse como una comedia, ni siquiera negra, una comedia patética.

A veces parece que los últimos héroes nacionales murieron en la Guerra con Chile.

2010 11 10 (2)

¿Qué hubiera sido de Grau, de Bolognesi, de Prado si hubieran sobrevivido?

 

Si Cáceres hubiera muerto en batalla hoy sería quizás tan venerado como Grau y Bolognesi. Pero vivió y se hizo presidente. La historia peruana lo conoció demasiado en carne y hueso.

Jiménez también quiso ser presidente y no lo logró. Quiso ser alcalde y no lo logró. Aún recordamos sus ridículas propagandas donde aparece vestido caracterizado como sheriff del Oeste gringo. Quiso ser periodista y por un tiempo dirigió un semanario cuyos ejemplares aún se amarillean en algunos kioscos de Lima, esperando ser comprados. Juez Justo, es curioso el nombre, más aun luego de saber que era una de las empresas de Rodolfo Orellana, y que, posteriormente, fuera allanada por la policía en busca de pruebas.

También es curioso, paradójico, digamos, que el programa de televisión que condujo con Mariella Patriau años atrás se llamase Detrás del crimen. Este programa se dedicaba a hacer crónica negra de los más llamativos casos policiales peruanos. Sin embargo, Jiménez no estaba hecho para la televisión. Aparecía en terno y con aires de detective de Ciudad Gótica, pero se le notaba rígido y poco fluido verbalmente. Podríamos jugar al análisis freudiano simplista y decir que el buen Benedicto nos estaba gritando su culpabilidad. Pero creo que se trata de algo más simple: el ansia de ser reconocido por lo que nunca se le reconoció, el sheriff que captura a los malos.

¿Se imaginaba Benedicto siendo detenido en la calle para recibir el agradecimiento de los ciudadanos peruanos? ¿En esos momentos ya era un criminal o se convirtió en el camino?

Lo sé. En Perú, tenemos demasiados casos de policías implicados en redes delincuenciales como para que esta pregunta no suene ingenua. El punto ni siquiera es que se trate de una de las mentes detrás de la captura del terrorista más peligroso del país. El punto es lo que esto representa para todos los peruanos.

A lo mejor, la memoria que hubiese quedado de Jiménez habría sido otra de haber fallecido poco después de 1992. Terminada la dictadura fujimorista, su nombre tal vez, quizás, hubiera sido reivindicado.

Pero vivió lo suficiente.

Y vivió lo suficiente en una época que no perdona nada, una época que lleva registro de todo.

43844

Pudo morir como héroe, pero en vez de eso fue capturado en condiciones grotescas: se había teñido el pelo canoso en un ridículo intento de pasar desapercibido cuando la policía lo buscaba por integrar la red de Orellana.

Imaginen el argumento de una serie como Breaking Bad, pero a la peruana. Tiene razón el dramaturgo y guionista Eduardo Adrianzén cuando dice que a la historia peruana no le falta nada para ser una mina de  la ficción más rica.

Si hay un sentido en la vida de Benedicto Jiménez tal vez sea recordarnos que todo héroe es un potencial villano. Benedicto Jiménez encarna la peruanísima tragedia del “casi”, fue un casi-héroe.

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada