noticias , reinadecapitada Sábado, 16 mayo 2015

Mónica Cabrejos is the new Perricholi

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada
"¿Cómo va a ser escritora una vedette?  se preguntan los señorones virreinales en los muros de Facebook"

«¿Cómo va a ser escritora una vedette? se preguntan los señorones virreinales en los muros de Facebook»

A estas alturas hemos dicho bastante del affaire Thays-Cabrejos. Como todo escándalo de farándula termina siendo denigrante para ambas partes. No voy a detenerme en el propio asunto, que solo importa a los involucrados y que, como todo asunto de parejas, debió quedar en privado. Pero esperar esto en una sociedad mediatizada ya es casi como pedir que el auto no reemplace al caballo.

Como ya dijimos en Útero la forma en que los peruanos reaccionamos a este caso ha terminado siendo un cóctel de todas las clases de discriminación. Lo que llama mi atención es cómo, una vez más, queda al descubierto la fragmentación social en la que vivimos, al punto en que un encuentro entre seres de entornos sociales aparentemente distintos, provoque una pequeña tormenta en uno de los sectores. Mónica Cabrejos viene de un ámbito como el farandulero en donde la exposición mediática es lo cotidiano, el modus operandi, digamos. E Iván Thays es parte de un entorno que se asume a sí mismo como todo lo contrario. En este, se considera que un escándalo mediático atenta contra el llamado buen gusto.

Pero tengo mi culturita

Si hay un sector que parece tenerle un terror especial a la farandulización del mundo, ese debe de ser el cultural. La farándula es su némesis. La idea viene de la implícita y tradicional división entre alta y baja cultura. Según esta visión del mundo, hay un tipo de cultura que enriquece y forma el juicio crítico, y otro que puede contribuir a la degradación del individuo. Usaré ‘cultura’ en su acepción más simple: el conjunto de manifestaciones propias de un colectivo humano. Pero incluso esta definición termina siendo problemática porque deja existir las jerarquías entre las distintas manifestaciones humanas. Por ejemplo, considerar el cómic como un arte menor, o a las telenovelas como productos superficiales.

Entre todos los ascensos de nuestra nación, el económico es el que está mejor valorado. Por eso cala la cultura del emprendedor. En segundo lugar, queriendo pisarle los talones, se encuentra el ascenso cultural. Si no podemos tener dinero, por lo menos tengamos cultura. No importa cuánta plata o cuán popular tenga Fulano, pobre de él que se le escape una falta ortográfica,  se lo comerán vivo en redes (recuerden las metidas de pata de los CM de César Acuña). Por eso, si no puedes hacer dinero, por lo menos hazte de un título, de una obra. Analfabeto es lo peor que te pueden decir. Mejor que te digan misio. La cultura se convierte en otro estandarte más de poder y en una forma sutil de discriminación.

Este tipo de discriminación no es nueva. Sí, es discriminación pura y dura. Tal vez no tan evidente como el racismo o la misoginia. El que le llama “perra” a Mónica Cabrejos se ampara en el anonimato de las redes. El que la considera indigna del mundo literario lo hace en su propio muro de Facebook, abiertamente y con varios likes encima. Pero ambas categorizaciones están dentro del mismo sistema. El peruano universitario le restriega su título universitario al prójimo que estudió en instituto. El universitario de posgrado le restriega su PhD al universitario con título de bachiller.

En este choque de mundos, se considera que Mónica Cabrejos is the new Perricholi, la arribista, “la que quiso ascender socialmente” al juntarse con un escritor (léase un escritor de verdad).  Juro por los dioses antiguos y los nuevos que he visto esta frase en más de un thread de Facebook. Es curioso cómo este tipo de casos activan el chip conservador en varios niveles, y que el hecho de tener formación académica no nos libra de estas taras, como sospechábamos.

El nuevo virreinato

Pero este no es un problema exclusivo del mundillo literario limeño. Es un problema transversal a toda la clase letrada. En un país con un nivel extremo de desigualdades como el nuestro la educación, el acceso a la cultura dejan de convertirse en derecho y se deforman en privilegio. «Ser culto», «ilustrado» nos llena de orgullo. Se consideran frutos únicamente del talento, obviando los factores de la etnia, la procedencia o el sector económico. Es obvio que un niño criado en la Lima urbana de clase media tendrá mejor acceso a la educación que una niña campesina del Puno rural. Curiosamente este sector culto privilegiado suele ser la voz que reprocha a la clase económica dominante el uso de sus privilegios para imponerse: cualquier escritor de mediano prestigio puede sentirse autorizado moralmente para criticar a Carlos Gálvez, el presidente de la SNMPE que menospreció a su empleada, y al mismo tiempo puede criticar a quien no comparte su bagaje intelectual por pertenecer a la farándula, sin darse cuenta de que lo segundo reproduce la conducta que critica en lo primero.

La cultura es nuestro nuevo signo de distinción. No cualquiera puede entrar a ella. Siempre vamos a ver con ojos sospechosos a quien no comparta nuestros orígenes. ¿No leíste a Balzac a los quince años? ¿Ves Combate? ¿Tienes faltas de ortografía? Entonces no eres escritor. Desde la cima de mi particular Olimpo tú no eres escritor. Es más, para empezar ni siquiera eres culto. La cultura no es un vehículo de integración, como debería, sino una herramienta de exclusión. ¿Cuántas veces se le ha encarado a la Cabrejos que ella no es una verdadera periodista? ¿Cuántas veces se le ha mentado sus ocupaciones anteriores, sus fotos con poca ropa, sus amoríos con deportistas? ¿Cuántas veces se le ha negado el oficio de escritora?

La cultura, o lo que nosotros entendemos como cultura, es uno de los espacios donde el estigma de la denigración subsiste. ¿Cómo va a ser escritora una vedette? Peor, ¿cómo creyó que Fulanito se iba a casar con ella? se preguntan los señorones virreinales en los muros de Facebook. La cultura es uno de los últimos territorios señoriales que nos quedan. Los diplomas universitarios, los laureles literarios son nuestros últimos títulos de nobleza.

Imagen: LaRepublica.pe.

El escándalo de la semana, el affaire Thays-Cabrejos. Imagen: LaRepublica.pe.

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada