reinadecapitada Lunes, 19 septiembre 2016

El acoso y el círculo vicioso de la justicia

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada
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Imagen: Shutterstock

Una amiga fue a denunciar una agresión física en enero de este año. Le recibieron la denuncia y la mandaron al médico legista. Luego, le dieron un papel para el examen psicológico. Antes de eso no podía empezar ninguna audiencia, es parte del proceso. Se fue a pedir el examen.

Le dieron la cita para abril.

Abril, cuatro meses después.

Luego vino la primera audiencia. Fue en este mes.

Setiembre, nueve meses después.

El agresor vive en su casa. Ha tenido como nueve meses para golpearla más o matarla.

Estoy contando un caso más de los cientos y miles que hay en el país y que se denuncian todos los días. Arlette Contreras tuvo la «suerte» de que su agresión fuera grabada por las cámaras de seguridad, y de que los noticieros sepan que las imágenes escabrosas venden, de lo contrario no se hubiera levantado la ola de la indignación cuando la vimos ser arrastrada y agredida por Adriano Pozo en el vestíbulo de un hotel ayacuchano. Aun así, Adriano Pozo fue absuelto. Incluso cuando el delito no está tipificado la víctima puede llevar las de perder.

En nuestro país la ley sobre el acoso en redes es aún incompleta. Lo explica aquí la abogada Fátima Toche:

“La Ley de Delitos Informáticos únicamente pena esta modalidad de acoso mediante tecnologías de la información cuando la víctima es menor de edad. En caso de mayores de edad, si bien existe la Ley de Prevención y Sanción del Hostigamiento Sexual y prevé que esta conducta se dé por medios digitales, esta solo aplica las relaciones de autoridad o dependencia. Finalmente, la Ley de Acoso Callejero solo aplica en espacios públicos físicos. Lamentablemente, nos encontramos ante un vacío legal que debe ser resuelto.”

En otras palabras, la ley no considera el acoso por las redes de un adulto a otro como delito si no hay una relación patente laboral, contractual o etcétera, aun cuando pueda probarse que el adulto envió mensajes insistentes y con palabras soeces. Es decir, ni siquiera en el caso de que las agraviadas estén dispuestas a colaborar con el proceso mostrando todas las pruebas de que disponen, procederá denuncia alguna, al menos por la vía legal.

Y es que claro, aparte de ser un país con las más altas tasas de delitos sexuales en América nuestra legislación aún es laxa, ya he hablado antes de cuando se propuso penar el robo agravado con más años que una violación. Cada semana, cada mes, estos delitos siguen en la impunidad. Por ejemplo, al iniciar este mes la sala que preside el juez Villa Stein absolvió a una tratante de menores, pese a que reconocía que había hecho trabajar a una niña como dama de compañía, trabajo en el cual la menor también debía consumir licor, en una rutina de doce horas por día.

La única vía que nos queda a la mayoría de nosotras entonces es la denuncia en voz alta. Me refiero al caso de Gustavo Faverón, pero en realidad es algo que sucederá con cualquier caso, con cualquier persona. De hecho, cada cierto tiempo en las mismas redes nuestros contactos rebotan noticias de mujeres a quienes se les envía mensajes de inbox procaces o amenazantes, o uno como consecuencia del otro. Ninguno de estos hombres siente que está cometiendo un delito porque, incluso, lo hacen desde sus cuentas principales, donde aparecen a cara descubierta con nombre y apellidos.

Peor aún, esa única vía, decirlo en voz alta, quejarnos en redes, termina viciada porque las primeras y, a veces, únicas reacciones son pedirnos mesura, discreción, prudencia, pasar por la vía legal, esperar. Como si a las mujeres el estado de derecho se nos cumpliera a cabalidad y prefiriéramos el bochinche a la vía civilizada. No voy a detenerme mucho en el obvio estereotipo que está detrás de estas concepciones, solo daré como ejemplo la lamentable frase “té de tías chismosas”, con que la periodista María Luisa del Río describió las reacciones a los pantallazos.

Y como si fuera poco con esto, además de pedirnos pruebas concretas más allá de las mostradas, se señala hasta el último detalle que nos haga meramente sospechosas de complicidad o falsedad: que si le dijo ‘jajaja’, que si no lo bloqueó, etc. Cosa que, por último, debería determinarse en investigaciones debidas, pero que se ha convertido en el recurso para desestimar siquiera las sospechas.

Esto me recuerda a los cuestionamientos de toda la vida ante el acoso callejero: que si no le contestaste es porque te gusta, que si le contestaste es porque querías guerra, que lo estabas provocando, etc.; ante el abuso sexual a menores, ante la violación, e incluso ante la agresión.

No hay que ir muy atrás, nada más el sábado un reportaje intentaba considerar la infidelidad como factor de sospecha en el testimonio de Milagros Rumiche, quien fue golpeada por Carlos Feijoó, actualmente prófugo.

asda

Imagen: Captura El Comercio / Punto Final

¿Entonces?

Hay acoso. Nos callamos. Denunciamos, no procede la denuncia. Denunciamos, se sospecha de nosotras primero. ¿Mejor callamos? ¿Esperamos hasta quién sabe cuándo a alguien se le ocurra mejorar las leyes desde un enfoque más realista?

Lo siento, pero en estos casos ya no podemos quedarnos calladas, no solo ante el acoso sino ante el desamparo. En vez de pedir de frente denuncia y silencio, primero señalemos la ineficiencia de la justicia que nos tiene que llevar a estas situaciones. Es sencillo pedir que denunciemos primero, que no seamos un té de tías chismosas, pero para quienes no tenemos el privilegio de contar con una red de amigos que escriben cosas a nuestro favor, o jueces amigables o estatus e influencia, el estado de derecho está pintado, el Poder Judicial es un elefante blanco y, en la práctica, se convierte en cómplice de nuestros acosadores, agresores, y asesinos.

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada