noticias , reinadecapitada Martes, 31 mayo 2016

Lo que aprendimos con «Freeheld»

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada
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Imagen: static1.blogpeliculas.com

 

En el 2005, Laurel Hester fue diagnosticada con cáncer de pulmón avanzado. Hester había sido policía del condado de Ocean, en New Jersey, por casi 25 años, y vivía con su pareja, Stacey, una mecánica de profesión. Faltaban diez años para que el matrimonio igualitario fuese legal en todo el país, pero ya muchos estados habían promulgado leyes favorables para las parejas homosexuales, que, si bien no tenían todos los beneficios del matrimonio, al menos reconocían algunos y les permitían cierto reconocimiento a estas parejas.

El problema de fondo era que este tipo de legislaciones permitía una situación de «iguales pero diferentes». Sabiendo que le quedaba poco tiempo de vida, Laurel Hester quiso acogerse a la ley de parejas de hecho que existía en su estado, pero la decisión final quedaba a cargo de los freeholders del condado, funcionarios que tenían a su cargo las principales decisiones de la jurisdicción, algo así como un pequeño congreso de nivel distrital. Los freeholders, obedeciendo a sus creencias personales o a su filiación republicana, le negaron en principio la petición, y uno de ellos adujo que hacer lo contrario «violaría la santidad del matrimonio».

Laurel y Stacey emprendieron entonces una lucha por el reconocimiento de su derecho como pareja. La decisión estaba únicamente en manos de estos funcionarios, que tenían permitido decidir sobre las pensiones de cualquier pareja homosexual como jamás hubieran podido hacerlo con una pareja de hombre y mujer. Bastaba el voto simple de los freeholders para que la ley fuese llevada a la práctica.

Esta es la trama de Freeheld, protagonizada por Julianne Moore y Ellen Page, en los papeles de Laurel y Stacey respectivamente. La película, a su vez, está basada en el documental del mismo nombre, ganador del Óscar a mejor cortometraje documental en el año 2007.

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Imagen: http://i1.wp.com/cdn.friendlylife.com

 

Freeheld nos acerca a dos de las tragedias que están en la palestra de nuestro siglo: la enfermedad y la discriminacion. El caso tuvo tal repercusión que se convirtió en uno de los referentes de la lucha por el matrimonio igualitario. No era solamente que la ley se negaba a reconocer a Laurel y Stacey como pareja sino que no le permitían a Laurel el derecho a morir en paz, como hubieran podido hacerlo todos sus compañeros heterosexuales. La tragedia en su caso era doble. Y todo se debía a las opiniones de funcionarios a quienes no dañaba ni beneficiaba la decisión, pero estos siguieron negándose incluso existiendo una legislación estatal favorable.

Es decir, ante la discriminación, la sola existencia de las leyes no necesariamente será una garantía de derechos, también nos enfrentamos ante las creencias y prejuicios de quienes tienen en sus manos hacer efectiva la ley, es decir, de quienes deberían protegernos y regular aspectos fundamentales de la sociedad.

El documental y la película muestran esta batalla. En el caso de la película, más allá del realismo, un recurso narrativo poderoso y, a la vez, potente como argumento desde la ficción, es la cotidianidad. La película podría hacerse pesada a medida que nos muestra tanto idilio en la pareja o como se enfrentan el clóset y la lesbofobia, pero también nos muestra pequeños momentos de convivencia y trabajo que muestran la intimidad de una manera inusitada. Por ejemplo, el momento en que Stacey debe demostrar su capacidad para obtener un nuevo trabajo. Es un momento que podría no haber estado en la película, y aún así la hubiéramos entendido perfectamente, pero que está destinado a generar empatía en el espectador.

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Imagen: www.revistapopland.com

 

Estas dos personas son más que su drama, son dos seres humanos que hubieran vivido vidas perfectamente anónimas y normales de no ser por la tragedia de la enfermedad. En algún momento alguno de los personajes, durante las discusiones con los regidores, alega que si ellas hubiesen sido una pareja hetero, su única preocupación hubiese sido llevar a cabo el tratamiento.

Lo que nos aleja de la normalidad, o si quieres llamarlo así, cotidianeidad, a las personas LGTB, no es su orientación o identidad de género, sino los pequeños y grandes obstáculos que enfrentamos cuando queremos ejercer ese derecho a vivir normalmente. Esto es también, lo que van aprendiendo los demás personajes, y con ellos, cualquier espectador, que en la convivencia va entendiendo que aquello que odia o teme tiene nombre, apellido, personalidad y vida, y que ha compartido la cerveza, el cine o los fines de semana con el.

Y ese es el derecho que pretende mostrarnos la película, el derecho a vivir en paz, pero también el derecho a morir en paz.

Documental completo aquí:

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada