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Ya sabíamos que Bruno Ascenzo era gay y nos importa mucho

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada

— [..] Y cuando tienes ganas de estar con un hombre, ¿qué haces?

—Sales a dar una vuelta, te levantas a alguien, te meten un viaje y listo. Es como cuando tu carro empieza a fallar: lo llevas al taller, le hacen su afinamiento, su lavado y engrase y ya está, te lo dejen sedita.

—Me parece horrible que los hombres estén ahí solamente para que te hagan un cambio de aceite de vez en cuando, Alfonso. A mí me gustaría tener una pareja, vivir con él.

—Eso es imposible en este país, Joaquín. Fíjate lo que nos acaba de pasar en Punta Sal. Si quieres vivir con un hombre y hacer una vida de pareja, vas a tener que largarte del Perú. El Perú no es Dinamarca, compadre.

—Yo sé, yo sé, pero si todos somos unos cobardes y seguimos metidos en el clóset, las cosas nunca van a cambiar.

—Yo prefiero quedarme tranquilito en el clóset. Si crees que tu misión es inmolarte por la causa de unos cuantos maricas y travestis que están tomando su chelita en la calle de las pizzas, te felicito, me quito el sombrero y te deseo toda la suerte del mundo, pero no me pidas que salte contigo al precipicio.

—En el fondo te cagas de miedo, Alfonso.

—No es que tenga miedo, Joaquín. Es que no soy un suicida como tú.


 

Quienes leyeron No se lo digas a nadie (1994) de Jaime Bayly reconocerán el diálogo entre Joaquín y Alfonso. La novela está llena de diálogos significativos como este, ágiles y realistas, propios de la Lima de finales de los ochenta y principios de los noventa, retratos de la hipocresía y doble moral de una clase acomodada. Bayly aprovechó el escándalo y la opinión pública que se centró en las veladas menciones a personas reales, pero lo que sobrevive del libro son estos retratos feroces de la homofobia, el racismo y demás taras sociales.

Sí, pues, salir del clóset era absolutamente impensable en la Lima de aquel entonces. Solo había dos clases de personas que vivían su identidad: las transformistas como Coco Marusix o los activistas, pocos, que ya tenía Perú. Los primeros eran aceptados en televisión como curiosas personalidades, pero no se hablaba de su identidad, se la asumía nomás. Era impensable preguntarle a Coco si tenía novio o pedirle que lo presente en televisión.

Veinte o treinta años, felizmente, no pasan en vano. Entre el activismo y el boom de las redes sociales, cada vez más personas asumen sin reparos su orientación sexual o identidad de género. Sin embargo, faltaba que el tema saliera de la comodidad de las redes sociales a la opinión pública. Sobre la homosexualidad siempre ha habido debates o discusiones en televisión desde que tengo memoria, pero casi siempre todos hablaban en tercera persona del asunto. Desde psiquiatras hasta sacerdotes, desde médicos hasta sexólogos (¿recuerdan a Artidoro Cáceres?), todos opinaban de la homosexualidad o de la transexualidad como quien comenta el último descubrimiento de agua en Marte: una curiosidad lejana a nosotros.

Mientras tanto las personas LGTBI teníamos que enfrentar el bullying, la burla, los chistecitos sobre el tema, el miedo a que nos boten del trabajo, el colegio, la universidad, la casa… Vivir a caballo entre el miedo a existir y el miedo a no existir.

Faltaba personas que hablen en medios con la cara descubierta. No solo activistas, que lo han hecho desde hace más de treinta años. Faltaba gente que se relacionara con la gente de forma más cotidiana, que apareciera en sus pantallas de televisión a la hora del desayuno, el almuerzo, la comida. Y no para negar entre lágrimas su homosexualidad o gritar su hombría y acusar de difamación a quien ose negarlo.

Necesitábamos gente que hablara del tema sin miedo, con dignidad, con naturalidad. Y ha sucedido poco a poco: desde Jaime Bayly hasta Ricardo Morán, varias celebridades han salido del clóset, a su manera cada uno. Algunos aprovecharon el ansia de chisme, como Bayly, aunque no hay que restarle méritos, fue una de las primeras personalidades públicas en hacerlo, y quizás su forma de patear la puerta ayudó a que otros pasen por ella con mucha naturalidad y sinceridad, aunque tuvieran que pasar más de veinte años.

Franco, sincero fue el testimonio de Bruno Ascenzo. Sin embargo, muchas opiniones le restan méritos a su salida del clóset. Sí, amigo, sí, tú ya sabías que era, sí, todos sabíamos supongo. Así como sabemos, sospechamos, hemos escuchado rumores de muchos actores, actrices, modelos, vedettes, futbolistas y políticos. Lima, Perú, el mundo siempre será un hervidero de chismes.

Imagen: captura Misiura

Imagen: captura Misiura

Por ejemplo, esta página reduce la declaración de Bruno a un mero chisme, contraponiéndola con el mérito de unos chicos estudiantes.

Una característica de la doble moral es que la utilizamos cuando queremos denostar al otro. Si seguimos el hilo de la página veremos que sus prioridades son temas como fútbol, farándula, etc. Solo cuando el tema nos incomoda, nos acordamos de nuestros supuestos valores. Como quién dice que por qué marchamos por nuestros derechos cuando deberíamos marchar contra la delincuencia (habrá que contarles que se puede luchar por más de un tema en la vida).

Pero no es igual que todos sepamos veladamente que alguien es gay y esto sea materia de chisme a que esa persona lo asuma sin roches. La característica del chisme es que se cuenta a media voz, o cuando lo hace en televisión (donde el chisme tiene su mejor veta), lo hace malintencionadamente, señalando. El chisme señala siempre todo comportamiento que se sale de una escala de valores que supuestamente defiende.

No se chismea para contar los méritos de alguien, sino para incinerarlo simbólicamente, para destruirlo un poco o mucho. Y lo que hizo Bruno Ascenzo trasciende totalmente el ámbito del chisme. Para empezar, porque Bruno no habló de nadie más que de sí mismo, y se mostró franco, dispuesto a revelar una parte importante de su vida. Le dio más dignidad a su existencia y a muchas ajenas.

Ay, pero ya se sabía ¿y qué nos importa, finalmente? A ti no te importa, quizás, porque no creciste com imágenes negativas de tu orientación sexual. Porque nadie dijo que merecías menos derechos. En ese sentido, obvio, ni te va ni te viene. Pero a otros sí nos sirve de mucho, muchísimo. Cuando la gente usa su popularidad para habla del tema contribuye a que este deje de ser un cuco y acaba con muchos tabúes en su vida.

Foto: Ellos y Ellas

Foto: Ellos y Ellas

Hace un par de años escribí esta Carta abierta a los famosos. Allí enumero las razones por las que creo que existe el deber ético de salir del clóset cuando eres una celebridad o personalidad influyente: acercar el tema a la gente contribuye a que esta le pierda el miedo. Creo que todavía es necesario hacerlo. Si tenemos a gente como Julio Rosas, sigue siendo absolutamente necesario combatir el odio con la franqueza.

¿Cuántas señoras habrán comentado el tema con sus hijos en la mesa? ¿Cuánta gente acaba acostumbrándose al tema? En un país lleno de crímenes de odio, de afrentas y de poco respeto a los derechos, gestos como los de Bruno Ascenzo ayudan a hacer otras vidas más vivibles, más dignas.

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada