reinadecapitada Jueves, 31 marzo 2016

La discreta autobiografía de Vargas Llosa #VargasLLosa80

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada
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Imagen: vía http://2.bp.blogspot.com/-Zxp9V-ai0wM/U1AYY0UXBLI/AAAAAAAAANk/gGFDgRPUh5o/s1600/Mario-Vargas-Llosa-.jpg

 

Querido amigo:

Su carta me ha emocionado, porque, a través de ella, me he visto yo mismo a mis catorce o quince años, en la grisácea Lima de la dictadura del general Odría, exaltado con la ilusión de llegar a ser algún día un escritor, y deprimido por no saber qué pasos dar, por dónde comenzar a cristalizar en obras esa vocación que sentía como un mandato perentorio: escribir historias que deslumbraran a sus lectores como me habían deslumbrado a mí las de esos escritores que empezaba a instalar en mi panteón privado: Faulkner, Hemingway, Malraux, Dos Passos, Camus, Sartre.[..]

 

¿Alguna vez han pensado en escribirle a su escritor favorito? Tengo un amigo que siempre tiene en mente escribirle una carta a Vargas Llosa. Probablemente, no vaya a ser el primero ni el último que lo haga. Quizás Mario haya recibido más cartas de las que nos imaginamos. Tal vez, en parte, pensando en la gente que le hace innumerables preguntas es que escribió uno de los libros menos mencionados en todos los recuentos que se hacen de su obra: Cartas a un joven novelista.

Primera edición, 1997, cuando se llamaba Cartas a un novelista. Fuente: elcomercio.pe

Primera edición, 1997, cuando se titulaba Cartas a un novelista. Fuente: elcomercio.pe

Vargas Llosa pertenece a la clase de intelectuales de espíritu didáctico, que como Umberto Eco, por ejemplo, cuidan mucho la forma en que se dirigen a sus lectores y admiradores, utilizando un lenguaje sencillo y didáctico, sobre todo cuando estos se convierten en personajes, como el destinatario ficticio de todas las misivas que componen Cartas a un joven novelista.

Segunda edición, Planeta, 1997 Fuente: http://www.lib.udel.edu/

Segunda edición, Planeta, 1997 Fuente: www.lib.udel.edu

Este es para mí no solo uno de mis libros favoritos, sino uno necesario para entender a Vargas Llosa como escritor, irónicamente su faceta menos discutida en Perú. Pero es comprensible que se le mencione poco. Cartas… es el arte poética de Vargas Llosa. Un texto especializado en el arte de su autor, dirigido, cómo no, a artistas novatos, en este caso a jóvenes novelistas. Se trata de un libro sobre cómo están hechos los libros. Un arte poética en toda regla, descendiente de una tradición occidental antiquísima que empieza con la Poética de Aristóteles. Su modelo directo son las Cartas a un joven poeta de Rainer Maria Rilke. De hecho, al igual que este, Cartas a un joven novelista son un conjunto de misivas ficticias entre Vargas Llosa y un supuesto discípulo y admirador que le pide consejos, un texto de corte metaficcional.

Sin embargo, la génesis del libro es más curiosa. Dice Vargas Llosa, en el prólogo a la nueva edición de 2011, que el texto iba a ser parte de una colección de en la que practicantes veteranos de diversas disciplinas se dirgirían a un supuesto discípulo para confiarle los secretos de su oficio. La edición de estos libros nunca se concretó, pero Vargas Llosa tomó los apuntes de sus diversas conferencias y discursos, y les dio forma en las cartas que le escribe a este interlocutor ficticio, que representa al continuador de la tradición en la que se inscribe Vargas Llosa, de la que tuvo como modelos a Faulkner y Flaubert.

Edición de Alfaguara, 2011 Fuente: Alfaguara

Edición de Alfaguara, 2011 Fuente: Alfaguara

 

En principio, uno puede leer Cartas… pensando en encontrar los secretos del éxito, pero este no es uno de esos manuales para dummies tipo “Cómo escribir un best-seller”. De entrada el ahora Nobel nos dice que no debemos esperar de la literatura más que la satisfacción de ejercerla. No pretende ser un manual y nadie debe leerlo así. Vargas Llosa es el tipo de escritores que postulan que el oficio no se enseña pero la experiencia sí se comparte. El tema central del libro en realidad es tanto la escritura como la lectura. MVL lo tiene claro: si quieres escribir bien debes empezar por leer y reconocer lo que hace grandes a obras como Mientras agonizo de William Faulkner o el cuento “Los asesinos” de Hemingway.

El escritor, pues, no es el ser iluminado, es un artesano de la palabra que irá puliendo poco a poco con la constante lectura y estudio de las grandes obras de la literatura universal. Es más o menos su propia impronta la que destila este libro. El mismo Vargas Llosa lo denomina una discreta autobiografía.

MVL siempre ha intentado desmarcarse de los dogmas políticos, religiosos o filosóficos. Cartas no es la excepción. Arremete contra la mitología que hace “del escritor el elegido de los dioses, un ser señalado por una fuerza sobrehumana, trascendente, para escribir aquellas palabras divinas [..] y gracias a esa contaminación con la Belleza (con mayúscula, por supuesto), alcanzaría la inmortalidad”. Con esto intenta quitarle el aura mística a la vocación de la escritura y llevarla a terreno más mundano. Sin embargo, líneas más abajo, en una de esas gloriosas contradicciones de su obra, vuelve a elevar el oficio narrativo denominándolo “llamado”, con el mismo significado con que los miembros del clero definen su respectiva vocación. Vargas Llosa no romantiza la escritura, pero sí la sacraliza.

Las dos primeras cartas del conjunto componen la filosofía literaria del escritor: “Parábola de la solitaria” y “El catoblepas”. El resto de las cartas tratan de asuntos más técnicos como el tiempo, las formas, los saltos del narrador, etc. En “Parábola…” explica el porqué de la vocación literaria, asemejándola a la solitaria porque devora la vida de quien escribe. Además hace una curiosa definición del escritor, mezcla de un cruzado (Flaubert) y un adicto (William Burroguhs). El escritor es un ser liminal, transita entre la sensualidad que lo convierte en “un sirviente deliberado de su adicción”, y a la vez se convierte en un cruzado, que se exige a sí mismo con convicción fanática en lo que cree, como escribía Flaubert, desechando y corrigiendo hasta alcanzar la perfección. Estas líneas son elocuentes, además del hecho que el capítulo se titule “Parábola”.

Creo que solo quien entra en literatura como se entra en religión, dispuesto a dedicar a esa vocación su tiempo, su energía, su esfuerzo, está en condiciones de llegar a ser verdaderamente un escritor y escribir una obra que lo trascienda.

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Edición más reciente, Debolsillo, 2015. Fuente: megustaleer.com

 

El símil religioso continúa en la segunda carta: “El catoblepas”. En esta se habla de la elección de los temas y de cómo estos llegan a la vida de los escritores. Acá es categórico:

El novelista no elige sus temas; es elegido por ellos. Escribe sobre ciertos asuntos porque le ocurrieron ciertas cosas. En la elección del tema, la libertad de un escritor es acaso inexistente.

Esto, por supuesto, no determina la calidad de una novela, ni debe entenderse como una imposición del tema sobre la técnica. Sin embargo, los temas más que una obligación, son un imperativo que nuestro Nobel titula “demonios”, una teoría que ya había desarrollado en Historia de un deicidio, su extenso e inhallable ensayo sobre García Márquez, en el cual podemos encontrar la raíz de Cartas…

Pero me parece difícil que se llegue a ser un creador —un transformador de la realidad— si no se escribe alentado y alimentado desde el propio ser por aquellos fantasmas (demonios) que han hecho de nosotros, los novelistas, objetores esenciales y reconstructores de la vida en las ficciones que inventamos.

Toca preguntarnos entonces cómo es que, ante tantas acusaciones de traidor y españolizado, el Perú sigue siendo el tema recurrente en su obra.

 

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada