noticias , reinadecapitada Lunes, 29 febrero 2016

Carol, la pulp fiction lésbica que lo cambió todo

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada

(ALERTA SPOILER)

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El hombre que se les acercó en el bar tendría aproximadamente sesenta y cinco o setenta años y los venía escuchando desde hacía rato. Los dos chicos eran activistas homosexuales y no tenían reparos para hablar de mariconadas en voz alta. El señor se les acercó con mucha seriedad y los felicitó por su desparpajo para mostrarse como eran. Antes de que pensaran que era una broma o un regaño irónico, se presentó como coronel retirado de la Policía y les manifestó su apoyo porque, como les fue contando de a pocos, era gay y varios parientes suyos también, pero no podía hablar de esos asuntos al pertenecer a una institución tan conservadora y porque sería muy duro para su familia asumir su orientación sexual. Por sus lágrimas y su ansiedad, probablemente aquella era una de las únicas veces en la vida en que hablaba abiertamente del tema. Al fin, luego de soltar todo aquello que lo atormentaba, terminó felicitando a los jóvenes y despidiéndose de ellos con un cariñoso beso en la frente, como un abuelo simbólico que sabe que ahora el reto de la vida está en mano de sus nietos.

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Cartel de Carol, la nueva película de Todd Haynes. Imagen vía: www.rogerebert.com

Esta anécdota la contó uno de los dos chicos hace poco y me hizo retomar una de mis tantas inquietudes. ¿Cómo era vivir con tu sexualidad cuando no podías ni siquiera nombrarla? ¿Qué hacían las personas homosexuales, bisexuales o trans en esas épocas? ¿Cómo ligaban? ¿Cómo establecían vínculos? ¿Con quién lo comentaban? Más aún, ¿cómo le llamaban? Para nuestra sociedad occidentalizada, la sexualidad en general y la no heterosexual en particular formaban parte de lo innombrable, hasta lo de mal gusto, como la higiene íntima y las enfermedades gastrointestinales.

Cartel de Far from heaven (2002)

Cartel de Far from heaven (2002). Imagen vía: www.imdb.com

1. Los antecedentes

Es este “no decir” un leitmotiv de Todd Haynes, director de Carol, la película que protagonizan Cate Blanchett y Rooney Mara, basada en una novela de la escritora estadounidense Patricia Highsmith. Haynes ha filmado antes cintas como Velvet goldmine o Far from heaven (2002). Esta última se emparenta temáticamente con Carol. En Far from heaven, Julianne Moore interpreta a un ama de casa de los años cincuenta, cuyo conflicto principal estalla debido a todo lo que no puede nombrar en voz alta: la destrucción de su matrimonio, el afecto y la sexualidad, la frustración de su vida, etc. La mujer calla entre decorados exquisitos y hermosos chalets de la clase media alta norteamericana, que de tan perfectos parecen escenarios armados para una representación. Moore se debate entre asumir o no asumir que el racismo, el machismo y el tabú sobre la sexualidad afectan su existencia. Hacerlo significaría romper todos los códigos que sostienen su mundo y también el de las personas que ama y que la rodean. De ese modo, la trama se desarrolla en sobreentendidos, ideas implícitas y discusiones a media luz con las cortinas cerradas.

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Imagen de Carol (2015). Foto: captura YouTube

2.  Lesbian pulp fiction

Haynes vuelve a este leitmotiv en Carol (2015). Si en Far from heaven el resultado era pesimista, esta última película hace un giro radical. Carol, el libro, originalmente se llamó El precio de la sal y fue vendido como parte de la llamada lesbian pulp fiction. La pulp fiction, en general, fue la corriente de novelitas baratas que desarrollaban temas tabú de forma sensacionalista: drogas, alcohol, delincuencia, prostitución, violencia, etc. Temas que la censura gringa prohibía en la televisión o el cine (recuérdese el código Hays), pero se hacía de la vista gorda para este tipo de ediciones. No se vendían en librerías sino en kioscos y estaciones de autobuses, ya que estaban destinadas al consumo rápido y masivo. Costaban unos pocos centavos y luego eran desechadas, por lo cual habían sido fabricadas en papel barato (pulp).

Compilación de portadas de lesbian pulp fiction, captura de Google

Compilación de portadas de lesbian pulp fiction. Imagen: captura Google

Dentro de esta tendencia, las lesbian pulp fiction rayaban en ventas. Su tema principal era las relaciones lésbicas. Sin embargo, casi siempre la trama acababa con alguna de las lesbianas muerta o redimida mediante el matrimonio o el súbito interés por un hombre. Quizás este giro del argumento era lo que les permitía seguir publicando sin que la censura alcanzara a las editoriales. No hay estadísticas de lectores pero probablemente buena parte eran varones heterosexuales que buscaban satisfacer su morbo o su curiosidad y, otra parte, gente homosexual ávida de historias que la representasen, aunque el final fuese triste.

Mención aparte tienen las portadas, todo un arte que incidía en el carácter pervertido y diabólico pero sensual de las relaciones entre mujeres. La mayoría de estas primeras ediciones son inubicables en la actualidad o se venden a precio de subasta.

Ejemplo de los temas eje de la pulp fiction lésbica: la perversión (retratada en la mujer dominante) y el pecado.

Ejemplo de los temas eje de la pulp fiction lésbica: la perversión (retratada en la mujer dominante) y el pecado. Imagen vía:  boomerangkoozbane.blogspot.com

Libro recopilatorio de las portadas de la lesbian pulp fiction. (Imagen: Amazon)

Libro recopilatorio de las portadas de la lesbian pulp fiction. Imagen vía: Amazon

3. Carol: la novela

Entre estas novelitas apareció El precio de la sal, escrita por una tal Claire Morgan. Lo que hizo la diferencia con esta novela fue que, por primera vez, una historia de lesbianas tenía un final, si no feliz, por lo menos esperanzador. Ninguna de las dos moría o se redimía. Ninguna de las dos era perversa o sociópata, sino dos seres humanos solitarios que se encontraban y deseaban aún antes de nombrar sus anhelos. Un ama de casa de clase media alta (de nuevo) y una joven vendedora de almacenes se miran en una tarde previa a las navidades. La vendedora, Therese, queda impactada por la elegancia y belleza de la mujer y anhela volver a verla. Estamos en 1950. Carol y Therese se seducen con miradas y gestos, aunque, en algunos momentos, dudan de sus propios deseos.

Su vivencia era arriesgada, más aún en una ciudad como New York, que pese a ya ser cosmopolita aún no podía asimilar a una chica tímida como Therese o a la elegante e imponente Carol (no puedo imaginar a nadie más que a Cate Blanchett para interpretarla, debe de ser uno de los mejores castings del cine). Pero el final de la novela hizo la diferencia y tuvo tanta acogida que llegó a editarse en tapa dura, pese a que nadie parecía conocer a Claire Morgan.

Patricia Highsmith de joven y la portada de la primera edición de El precio de la sal (imagen: Out.com)

Patricia Highsmith de joven y la portada de la primera edición de El precio de la sal. Imagen vía: Out.com

Pero Claire Morgan no existía. Era el nombre que Patricia Highsmith eligió para publicar su novela luego de ser rechazada por otras editoriales, pese a que ya tenía fama por haber escrito Extraños en un tren (1950, que sería filmada por Hitchcock un par de años después), una novela negra donde uno de los dos protagonistas también es homosexual y, sin embargo, esto nunca se nombra, solo se insinúa.

El precio de la sal volvió a ser editada décadas más tarde, a mediados de los ochenta, cuando la misma Patricia Highsmith estaba fuera del clóset y vivía en Suiza. Esta vez salió a la venta con el nombre de Carol. En esta nueva edición, la escritora cuenta en el epílogo que por la primera edición recibió muchísimas cartas de hombres y mujeres agradecidos por contar una historia que les daba esperanza en medio de una realidad conservadora y asfixiante. Eran cartas desesperadas: “Vivo en un pequeño pueblo, no sé qué hacer”.

Portada de una de las ediciones actuales de la novela

Portada de una de las ediciones actuales de la novela. Imagen: Amazon

Hoy la ficción habla más abiertamente de la sexualidad, incluyendo la no heterosexual, y las películas nos indican que los protagonistas son homosexuales casi siempre desde el principio. Pero para que todo esto suceda, personas que vivieron antes que nosotros tuvieron que atreverse no solo a vivir sino a nombrar. No se pueden dejar de lado las circunstancias, el lugar y la época en que se nace, y con ello hay que recordar que cada pequeña pelea por la libertad no es algo que nos beneficie solo a nosotros sino a esas voces calladas que aún no nombran sus deseos. Pienso en el señor mayor de la anécdota y cito las palabras con las que Patricia Highsmith cierra su epílogo en Carol:

“Mucha gente debió de identificarse con Carol o Therese. Así, un libro que al principio fue rechazado llegó arriba del todo. Me alegra pensar que les dio a varios miles de personas solitarias y asustadas algo en que apoyarse”.

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada