reinadecapitada Lunes, 28 septiembre 2015

Las sospechosas comunes

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada

La paradoja de este Perú premoderno: aparecen campañas salvajes como «Chapa tu choro» pero las agresiones sexuales siguen quedando impunes, en parte por culpa de una cultura que termina culpando a las presuntas víctimas antes que a los presuntos perpetradores.

Sí, me refiero a las noticias sobre el caso de violación en Mamacona y el acoso de un vendedor de Claro a una menor de edad. En el primer caso una joven denunció haber sido violada por dos universitarios a la salida de una fiesta en Mamacona. En el segundo caso, un vendedor de Claro acosó a una menor de edad a la que conoció en su centro de trabajo. Si uno revisa los enlaces de Facebook de ambas noticias, se encuentra con comentarios similares:  que si estaba borracha, que para qué se va con desconocidos, que por qué va a Claro si es menor de edad, que muy raro todo esto.

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Prioridades al analizar una denuncia de acoso


Vamos a ver, «Chapa tu choro» es un llamado a saltarnos todas las normas que sostienen lo poco de civilizado que tenemos, a acusar y ejecutar sin piedad, sin reflexionar en las circunstancias. Lo podemos ver en las reacciones de la gente que comenta esta clase de noticias. Pero en los casos de violación, abundan los comentarios en los que la suspicacia es el leit motiv: «qué raro», «es menor de edad», «quién le va a creer a una Candy», «¿y por qué denuncia el acoso en redes?, «para qué se va borracha pes», etc.

«El Perú está en los comentarios» dice una conocida página de Facebook y tiene razón.

Porque todos comentarios reflejan la cultura de la violación que se vive en nuestra sociedad. Esta consiste en la minimización de los casos de agresión sexual o la culpabilización de las víctimas.

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Porque las opiniones son más importantes que las pruebas

 

¿Y en qué nos basamos para culpar a las víctimas? En el prejuicio puro y duro. En los conceptos vacuos de moral y pureza. En los estereotipos de las víctimas y el victimario. Por ejemplo, durante mucho tiempo nuestras sociedades occidentales asumieron que la violación era un delito meramente callejero o perpetuado en condiciones de extrema violencia. No existía la violación dentro del matrimonio, porque se asumía que los esposos tenían derecho a disponer cuando quisieran del cuerpo de las esposas. Recuerdo haber leído artículos sobre la violación en Cosmopolitan donde ilustraban al violador en un dibujito como un tipo de casaca de cuero con cuello alto y actitud sospechosa. El violador siempre estaba en la calle, al acecho. No se hablaba de los amigos o parientes como posibles violadores.

Es decir: a mayor cercanía con el acusado, menor posibilidad de que la violación fuera cierta.

En el siglo XXI, la agresión sexual sigue siendo un delito donde por lo general las acusaciones se lanzan hacia ambas direcciones: víctima y victimario. Parece que para denunciar una violación o acoso y que se nos crea hay que mantener una conducta «intachable» a ojos de los comentaristas, de gente que ni siquiera te conoce de cerca, porque si no la tienes no importa lo que pase, tú tienes la culpa. Es decir, si no tenemos una conducta “intachable” (insisto con las comillas), si no nos adscribimos a una peculiar moral, no importa si se hizo algo contra nuestra voluntad, lo anterior invalida todo. Esta forma perversa de pensar admite implícitamente que puede haber una violación, pero igual nos va a cargar a nosotros la culpa.

 

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Por si se lo preguntan, es una mujer la que comenta. Felizmente cree en la igualdad.

 

No lo entiendo. O tal vez sí. Quizás esa enfermiza contradicción del Perú que se cree moderno y desarrollado aún no entiende que las mujeres podemos ser seres humanos con los mismos derechos. Porque en este país se respeta más a una billetera que a una mujer. Si te roban la billetera no se comentará que la culpa no será de la billetera por andar llena de billetes, mucho menos del propietario. Porque se habla y critica la cucufatería femenina, la «estrechez», pero al primer indicio de abandonar esta, entonces eres una Candy, nadie se hace responsable de ti y todas las culpas te caerán.

¿Cómo es que la chica esta, pues, se va con desconocidos? preguntan. Es bastante ocioso responder a los absurdos, pero en otros casos hay que hacerlo, porque se disfrazan de sentido común.

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Parece el fanpage la Señora Católica, pero no, lo dice en serio.

 

Primicia uno: las mujeres interactuamos todo el tiempo con desconocidos, en la calle, al subirnos a un taxi, al ir a una oficina por primera vez, al ir a una fiesta, etcétera. Todo, absolutamente todo el tiempo. Bajo estos parámetros de sospechar de una mujer que sale a la calle, entonces todas somos potencialmente culpables de nuestra propia violación.

Primicia número dos: un buen número de violaciones, si es que no la mayoría, lamentablemente, es cometida por conocidos de la víctima.

Primicia número tres, las mujeres podemos beber alcohol y socializar, y eso bajo ninguna lógica nos convierte en responsables de una violación. Repasen el significado de violación: agresión sexual. Repasen el significado de agresión, el acto contra la voluntad de la persona. Cualquier agresión, sexual o no, se realiza contra la voluntad de una persona. No existen atenuantes. ¿Por qué la violación, en ese sentido, sería diferente de el robo o de la estafa?

Yo sé, chocherita, que este concepto es alucinantemente nuevo para ti: pero incluso cuando ya hemos accedido a tener sexo podemos arrepentirnos a último momento, se llama consentimiento. Y lo único que importa a la hora de juzgar un delito es que se haya hecho contra la voluntad de una persona. Me parece más que curioso, sintomático, que a la hora de condenar a un ladrón, apoyemos de forma unánime iniciativas bárbaras como el Chapa tu choro, pero a la hora de comentar una violación nos pongamos aprensivos y hasta, pareciera, reflexivos, al punto de encontrar siempre una forma de mezquinar la denuncia basándonos en criterios que en nada atenúan el delito.

Basta de sindicarnos como las sospechosas comunes. Basta.

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada