reinadecapitada Lunes, 31 agosto 2015

Lección de cine peruano en un cine peruano

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada

Ayer fui a ver Magallanes, de cuya trama no hablaré mucho para no spoilear, solo diré que la metáfora de la película es clarísima, o deberia serlo. Después de todo involucra a los principales actores de la época que sirve de antecedente: el Conflicto Armado Interno. Es destacable cómo un caso particular derivado de este sirve para simbolizar el problema de la memoria, las reparaciones y las cuentas pendientes con el país, y cómo se delimitan ante estos la posición del Estado, la nueva clase alta y los deudos y víctimas. Por lo demás, el desarrollo de guion era decoroso, no había situaciones forzadas, aunque algunos planos panorámicos sobraban.

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Sin embargo, la principal lección no me vino tanto de la película sino de la gente en el cine. En una de las escenas cruciales, Celina, el personaje de Magaly Solier, grita en quechua. Lo que expresaba Celina no eran sino rabia e impotencia profundas. Pero alguien en la sala, no sé por qué, lo encontró gracioso.

Hubo algunas risitas ahogadas.

Es obvio que no todos vamos a encontrar divertidas las mismas partes de una película. Pero esta cinta no era precisamente una comedia y la situación en que el personaje de Solier gritaba era grave. ¿Es que la trama de la película no era clarísima? No me refiero a una película de planos largos y silencios extensos, de desarrollo errático de las acciones o de diálogos abstractos. Aludo a una historia en el sentido más clásico del término: un personaje A busca lograr X y debe enfrentar obstáculos en el camino. Nada más. Y ese personaje es un exmilitar que combatió contra Sendero en Ayacucho durante el Conflicto. Listo, no hay más que entender. La rabia del personaje de Solier era clarísima una vez que se hubo seguido la trama, que no se tan difícil.

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¿Entonces de qué se ríe la gente?

No es la primera vez que me pasa en cine o teatro que aparezca un personaje señalado como de procedencia andina y empiece a hablar con acento fuerte para que se escuchen dos o tres risitas. Y el personaje no cuenta un chiste o hace algo gracioso, no.

El personaje solo habla. Habla.

Nada más. La escena puede ser triste, incluso. Entonces el actor o actriz le dan a su personaje la entonación adecuada al momento: gravedad de la voz o agudeza si hay que exasperarse. Hablan.

Y alguien se ríe.

No fue la única parte de la película en la que sucedió. También pasó en la escena en que nos enteramos de que un hombre fue violado.

La gente se ríe.

Entiendo que la risa es un mecanismo de defensa, que muchas veces nos reímos cuando estamos nerviosos o no podemos procesar lo que vemos o escuchamos. Pero hay asuntos en los que reírse solo revela nuestro desprecio por el otro. Una mujer que se exaspera durante una situación límite y habla en quechua o un hombre que es violado no son precisamente los hechos más divertidos del mundo.

Entonces la risa deja de ser mecanismo de defensa y se constituye más bien en recordatorio de nuestras jerarquías de clase, raza y género. Un hombre ha sido agredido sexualmente. ¡Qué chistoso! Una quechuahablante habla. La televisión nos ha presentado el acento andino en el contexto cómico casi siempre. También concibe la violación contra un hombre como un hecho degradante no por el uso de la fuerza sino porque un hombre que es penetrado (contra su voluntad o no) se rebaja. No dejo de pensar en el personaje de Rodrigo Sánchez-Patiño gritando que va a violar a su rival en el videojuego.

Todos tenemos nuestra particular apreciación sobre el Conflicto Armado o incluso sobre cómo este es presentado en la ficción. Podemos discrepar sobre la participación de las fuerzas armadas o la forma de actuar del gobierno.

Pero la ficción nos coge desprevenidos. Sobre todo si la concebimos como entretenimiento, una suspensión de las alertas. Se nos cae el discurso oficial. Nos reímos.

Nos reímos de naderías como que una mujer exprese su rabia en quechua o de que un hombre sufra violencia sexual.

Nos reímos de los casi setenta mil muertos, de los desaparecidos, de las violaciones y de la impunidad. De eso nos estamos riendo.

A veces el cine nos enseña más por su público que por su trama.

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada